De nuevo, el blog de Gal-Art se pone en marcha, para continuar la andadura iniciada hace un par de años, con la publicación on line de algunos de los artículos de fondo publicados.
Y iniciamos el recorrido con música, y como el arte ha plasmado la misma.
Espero que sea un artículo interesante y que os ayude a entender un poco más tanto el significado del arte como de la música de forma individual y conjunta.
La historia del arte, especialmente de la pintura, que a lo
largo de los tiempos ha reflejado
multitud de aspectos sobre el ser humano y su entorno, no se ha limitado sólo a
una finalidad estética o comunicativa, sino que ha realizado el importante e imprescindible
papel de crónica en imágenes de paisajes, figuras, retratos, infinidad de objetos y también de elementos
abstractos.
La música es uno de esos componentes intangibles, que ha formado parte
de numerosas telas, dibujos, grabados y esculturas. El sueño de
una música de colores para la vista, o
una música tonal para el oído, ha sido
una utopía estética en la historia del arte. Esta especie de música visual
podría definirse como una forma de arte dinámica, con combinación de materiales musicales y sensoriales.
Muchas teorías se han escrito sobre la
influencia que ejerce la música sobre la pintura y la relación que existe entre
ellas. Algunos artistas visuales han complementado su creación artística con el
disfrute de algún instrumento musical: Leonardo Da Vinci tocaba la lira, Goethe
fue poeta, novelista, pintor y músico, o también Henri Matisse, Paul Klee y Kandinsky
tocaban el violín.
Como consecuencia de lo antes mencionado, música
y pintura viven una estrecha relación, siendo la primera motivo temático para
la segunda, tal como puede comprobarse en la selección de obras que presenta
este artículo. En portada: el Concierto, realizada
por Caravaggio en 1595. Representa
un Quadrivium es decir, un grupo
musical especializado en música medieval tardía, concretamente en el repertorio
franco-flamenco de los siglos XIV-XV.
Es un grupo de cuatro figuras
que expresan la agitación que caracteriza la preparación de los intérpretes
antes de la ejecución musical. Los
personajes centrales nos miran fijamente, como si en nuestro lugar estuvieran
viendo a ese instrumentista ausente, cuya ausencia delata el violín apoyado en
las partituras del primer plano, lo que le permitió a Caravaggio transformar la
obra en una prolongación natural de nuestro espacio.
La
bellísima obra del pintor chino Guan Zeju, de carácter hiperrealista, aunque
con elementos destacados del arte milenario de su país, el instrumento musical en
primer plano es abandonado por la contemplación del pajarillo posado en la
falda de la figura femenina. El asombroso dominio de la luz que posee el
artista, se centra en la mujer y en su mirada absorta, lo que da al conjunto
pictórico un carácter apacible y sosegado, no exento de cierta melancolía,
expresada a través del violín.
La pintura de Aaron Jasinski ofrece una obra
musical de carácter nostálgico salpicada de comentario social y criaturas
caprichosas, utilizando una paleta de technicolor vibrante, mientras que Gabriele Wendland o Ernets Descalls muestran en sus
obras a la música en su faceta más urbana, incluso undergraund, con un talante un tanto expresionista y toques de
Pop Art la primera, mientras que el segundo plantea un grupo musical en plena
actuación. En ambas obras, apenas hay expresividad en el rostro de los músicos,
aunque las dos se diferencian por perseguir propósitos distintos:
disconformidad social en Wendland y persecución de la fama en Descalls.
Rupert Bunny (1864-1947), un colorista excelente
y dibujante exquisito, con un fuerte interés en la composición rítmica, plantea
una obra inspirada en el Simbolismo con su afinidad con la vida de la
imaginación, de carácter totalmente onírico.
Ines Kouidis y Janos Kmetty. Dos trabajos absolutamente contrastados. La fascinación de las estrellas de cine, estrellas del rock y
el pop, iconos de la moda, la gente y sus historias son el tema de sus collages,
como estos Chicos del Blues, en el que el artista crea
un nuevo espectáculo, una nueva mirada, y donde casi se pueden apreciar los sonidos de Nueva Orleans, en disonancia con
la música de los dioses del Olympo de Kmetty, en su obra titulada también Concierto de 1918, en el que se aprecian
claras influencias de Cezanne y del fauvismo.
La obra de Chagall, El
violinista celeste, que puede contemplarse en el Museo Municipal de Tossa
de Mar, ejecutada en base a la tradición de las costumbres de Bielorusia,
utiliza la música como un instrumento de comunicación de felicidad
y optimismo a aquellos que la observan,
mediante intensos y vivos colores, y un planteamiento estético atrevido
e inspirador de libertad.
Y si la portada de
este artículo es una obra del siglo XVI, puede resultar interesante acabar con
una obra de un siglo anterior, concretamente los Ángeles músicos de Hans Membling, realizada en 1480. Como artista enmarcado en la
corriente del Gótico
Flamenco, adopta
un estilo elegante y aristocrático, donde busca la depuración de las formas y de las
emociones para llegar a representar un
mundo armonioso.
Varias piezas se han quedado en
el tintero. No obstante, el reto que asumieron los artistas para describir
visualmente los sonidos, siempre efímeros y abstractos, es equivalente al reto que
investigadores o público en general, quiere analizar e intentar
"escuchar" las evocaciones sonoras que se proponen desde las
pinturas. Más aún cuando los artistas, con toda intención, representaron música
escrita o indujeron al espectador hacia una audición concreta.
REDACCIÓN.