lunes, 20 de octubre de 2014

De nuevo, el blog de Gal-Art se pone en marcha, para continuar la andadura iniciada hace un par de años, con la publicación on line de algunos de los artículos de fondo publicados.

Y iniciamos el recorrido con música, y como el arte ha plasmado la misma. 
Espero que sea un artículo interesante y que os ayude a entender un poco más tanto el significado del arte como de la música de forma individual y conjunta. 




La historia del arte, especialmente de la pintura, que a lo largo de los tiempos  ha reflejado multitud de aspectos sobre el ser humano y su entorno, no se ha limitado sólo a una finalidad estética o comunicativa, sino que ha realizado el importante e imprescindible papel de crónica en imágenes de paisajes, figuras,  retratos, infinidad de objetos y también de elementos abstractos.
La música es uno de esos componentes intangibles, que ha formado parte de numerosas telas, dibujos, grabados y esculturas. El sueño de una música de colores para la vista,  o una música tonal para el oído,  ha sido una utopía estética en la historia del arte. Esta especie de música visual podría definirse como una forma de arte dinámica,  con combinación de materiales musicales y sensoriales.


Muchas teorías se han escrito sobre la influencia que ejerce la música sobre la pintura y la relación que existe entre ellas. Algunos artistas visuales han complementado su creación artística con el disfrute de algún instrumento musical: Leonardo Da Vinci tocaba la lira, Goethe fue poeta, novelista, pintor y músico, o también Henri Matisse, Paul Klee y Kandinsky tocaban el violín.

Como consecuencia de lo antes mencionado, música y pintura viven una estrecha relación, siendo la primera motivo temático para la segunda, tal como puede comprobarse en la selección de obras que presenta este artículo. En portada: el Concierto, realizada por Caravaggio en 1595. Representa un Quadrivium es decir, un grupo musical especializado en música medieval tardía, concretamente en el repertorio franco-flamenco de los siglos XIV-XV.


Es un grupo de cuatro figuras que expresan la agitación que caracteriza la preparación de los intérpretes antes de la ejecución musical.  Los personajes centrales nos miran fijamente, como si en nuestro lugar estuvieran viendo a ese instrumentista ausente, cuya ausencia delata el violín apoyado en las partituras del primer plano, lo que le permitió a Caravaggio transformar la obra en una prolongación natural de nuestro espacio.

La bellísima obra del pintor chino Guan Zeju, de carácter hiperrealista, aunque con elementos destacados del arte milenario de su país, el instrumento musical en primer plano es abandonado por la contemplación del pajarillo posado en la falda de la figura femenina. El asombroso dominio de la luz que posee el artista, se centra en la mujer y en su mirada absorta, lo que da al conjunto pictórico un carácter apacible y sosegado, no exento de cierta melancolía, expresada a través del violín.

La pintura de Aaron Jasinski ofrece una obra musical de carácter nostálgico salpicada de comentario social y criaturas caprichosas, utilizando una paleta de technicolor vibrante, mientras que Gabriele Wendland o Ernets Descalls muestran en sus obras a la música en su faceta más urbana, incluso undergraund, con  un talante un tanto expresionista y toques de Pop Art la primera, mientras que el segundo plantea un grupo musical en plena actuación. En ambas obras, apenas hay expresividad en el rostro de los músicos, aunque las dos se diferencian por perseguir propósitos distintos: disconformidad social en Wendland y persecución de la fama en Descalls.

Rupert Bunny (1864-1947), un colorista excelente y dibujante exquisito, con un fuerte interés en la composición rítmica, plantea una obra inspirada en el Simbolismo con su afinidad con la vida de la imaginación, de carácter totalmente onírico.

Ines Kouidis y Janos Kmetty. Dos trabajos absolutamente contrastados. La fascinación de las estrellas de cine, estrellas del rock y el pop, iconos de la moda, la gente y sus historias son el tema de sus collages, como estos Chicos del Blues, en el que el artista crea un nuevo espectáculo, una nueva mirada, y donde casi se pueden apreciar los sonidos de Nueva Orleans, en disonancia con la música de los dioses del Olympo de Kmetty,  en su obra titulada también Concierto de 1918, en el que se aprecian claras influencias de Cezanne y del fauvismo.

La obra de Chagall, El violinista celeste, que puede contemplarse en el Museo Municipal de Tossa de Mar, ejecutada en base a la tradición de las costumbres de Bielorusia, utiliza la música como un instrumento de comunicación de  felicidad y optimismo a aquellos que la observan,  mediante intensos y vivos colores, y un planteamiento estético atrevido e inspirador de libertad.


Y si la portada de este artículo es una obra del siglo XVI, puede resultar interesante acabar con una obra de un siglo anterior, concretamente los Ángeles músicos de Hans Membling, realizada en 1480. Como artista enmarcado en la corriente del Gótico Flamenco, adopta un estilo elegante y aristocrático, donde busca la depuración de las formas y de las emociones para llegar a representar un mundo armonioso.

Varias piezas se han quedado en el tintero. No obstante, el reto que asumieron los artistas para describir visualmente los sonidos, siempre efímeros y abstractos, es equivalente al reto que investigadores o público en general, quiere analizar e intentar "escuchar" las evocaciones sonoras que se proponen desde las pinturas. Más aún cuando los artistas, con toda intención, representaron música escrita o indujeron al espectador hacia una audición concreta.
REDACCIÓN.