lunes, 23 de junio de 2014

Venecia,  siempre enigmática, podría ser el título de nuestro artículo de hoy para el blog de la revista Gal-Art, ya que a través de Marco Ortolan, pintor argentino afincado en la capital del Veneto, el espectador el equilibrio perfecto entre las tradicionales imágenes de la Serenissima, y los bellos y a su vez extravagantes disfraces de Carnaval, que le han dado fama universal.

Esperamos que al lector de este blog le guste este artículo, publicado en pleno verano, pero que sin duda, nos retorna a la magia y hechizo de una de las tradiciones más populares del invierno.

Marco Ortolan es un artista argentino, nacido en Buenos Aires y la colección de pintura dedicada a Venecia, la presentó en el Centro Cultural de Borges con una gran aceptación por parte de crítica y público. Ortolan es la fuerza expresiva convertida en color. Es un huracán cromático, ventolera desatada, temporal constante, tromba creadora, galerna de luz, tifón de ritmo, rayo que rompe y rasga. Es impulso y garra, violencia y sentido pictórico, energía y paz. Y en el vórtice creacional, en el centro de este maremágnum de impulsos, se encuentra este artista, supremo hacedor del color y de la forma, imponiendo orden, estructurando todas las fuerzas que en él coinciden. Y el resultado es una obra única.






Es la encarnación de la luz de cualquier parte europea, heredero acrecentador de una cultura que creó una filosofía, una forma de entender la vida, de vivir, yace en él. Ha recogido la antorcha del pasado, la ha avivado con el estudio de los clásicos, ha sabido infundirle las esencias de la luminosidad más pura y el resultado en su pintura.









Sus obras tienen el argumento de las emociones íntimas y serenas. Y no le basta con la figura, no le es suficiente con todo lo que expresa a través de la plasmación del cuerpo y el alma femenina; añade como complemento lógico y demostrativo de su capacidad, el ambiente, la atmósfera que envuelve su figura, sea mar o jardín, sea viento o brisa.






Lógico es su éxito; su mensaje llega a culturas muy diferentes, desde Argentina a todas las partes del mundo, impactando siempre al espectador. Y es que cuando se pinta de verdad, cuando se sabe expresar el sentimiento con claridad pictórica, el camino se hace fácil. El éxito se lo gana a pulso día tras día y por encima de todo, Ortolan es un comunicador nato. A través de la pintura llega a públicos muy diversos y amplios, de culturas muy diferentes, y hasta dispares. Se puede ser buen pintor, magnífico pintor, pero es ya más difícil ser un gran comunicador. Al mismo nivel se encuentran en él la calidad pictórica y la capacidad comunicadora. Ello significa el éxito y a su vez se impone una servidumbre, que es la entrega. Pero tampoco esto es un problema para él, puesto que Ortolán es un trabajador infatigable, diría que inagotable.



Ha creado un estilo, una forma, y múltiples son sus seguidores, sus imitadores y plagiarios. Me divierte, me sorprende por la frescura de la que hacen gala, ver como serán muchos los que le imiten y que puedan exponer obras parecidas pero carentes de alma. Es tratar de entrar a saco en la obra ajena. Me place, haber conocido a Marco Ortolan en la faceta artística, demuestra que su trabajo es más que pintura, es como la arquitectura de la paleta, como la base del sólido dibujo, como el posicionamiento de la figura, en definitiva, es una realidad creada en materia y una imagen imposible de olvidar.

Venecia es bella, pero con estas pinturas se vuelve más atractiva.
Mario Nicolás

lunes, 2 de junio de 2014

Iniciamos el mes de junio con un artículo dedicado 
a la pintura acuática de Erik Zener. Una obra que "engaña" a la vista, 
puesto que cualquiera puede pensar que se trata de fotografía, 
cuando en realidad es una magnífica pintura realista.

Aparecida en un reciente número de Gal-Art, y en la sección "El ojo avizor" esta obra permite disfrutar de una magnífica técnica, 
y de una temática muy relajante, que además nos invita a estado de felicidad.


ERIK ZENER Y EL ENTORNO ACUÁTICO




El agua, ese elemento incoloro, inodoro e insípido, fuente de vida y bienestar,  sirve de inspiración  para el realismo de Erik Zener,  a través de una obra,  donde la mirada del espectador,  se complace en contemplar la sensación de alivio y libertad,  que representa el hecho de zambullirse en el mundo acuático, para la realización de nuestras vidas. Suspendidos en un universo vulnerable representado por  el mar,  un lago o una piscina, podemos sentir una la balsámica sensación de abandono temporal de nuestro mundo “de arriba”.






Desde hace varios años, su perspectiva del agua,  ha dejado en gran medida de mostrar un enfoque emocional ambiguo. En lugar de ser testigo,  Zener  prefiere introducir al individuo en su redentor entorno acuático,  de un modo  subjetivo teniendo en cuenta las intenciones de los sujetos, y haciendo caso omiso a la representación de la figura tradicional en la historia del arte, que suele ser de forma neutral, o sombría habiendo entre las dos, una delgada línea de ambigüedad.


Para el artista, es un reto agradable capturar ese estado de felicidad del ser humano en la pintura, y de asumir el estigma de imágenes prosaicas, a fin de huir de esa  historia de tormento que en buena parte lleva de por sí la historia del arte, en gran medida, procedente del mismo artista, y que muchos suelen reflejar en sus obras, lo que indirectamente también atormenta a al espectador.

Otra de las características de su obra son las burbujas, en constante aumento y movimiento. Representan el dejarse llevar a través de los sueños y los recuerdos, para retornar a la superficie, es decir a la realidad, a través de un del fluir de sentimientos.





A partir de un ambiente cálido, ese universo oscuro y acuoso en el que se suspenden, sin aliento los personajes de las obras de Eric Zener, hace advertir al espectador que  algo inconsciente está fuera de nuestro “hogar temporal”: el mundo acuático.  Una vez fuera de ese santuario, es hora de volver a tener la primera respiración;  hay que rendir pleitesía a nuestro anfitrión mortal.

El ojo avizor