Iniciamos el mes de junio con un artículo dedicado
a la pintura acuática de Erik Zener. Una obra que "engaña" a la vista,
puesto que cualquiera puede pensar que se trata de fotografía,
cuando en realidad es una magnífica pintura realista.
Aparecida en un reciente número de Gal-Art, y en la sección "El ojo avizor" esta obra permite disfrutar de una magnífica técnica,
y de una temática muy relajante, que además nos invita a estado de felicidad.
ERIK ZENER Y EL ENTORNO ACUÁTICO
El agua, ese elemento
incoloro, inodoro e insípido, fuente de vida y bienestar, sirve de inspiración para el realismo de Erik Zener, a través de una obra, donde
la mirada del espectador, se complace en
contemplar la sensación de alivio y libertad, que representa el hecho de zambullirse en el
mundo acuático, para la realización de
nuestras vidas. Suspendidos en un universo vulnerable representado por el mar,
un lago o una piscina, podemos sentir una la balsámica sensación de
abandono temporal de nuestro mundo “de arriba”.
Desde hace varios
años, su perspectiva del agua, ha dejado
en gran medida de mostrar un enfoque emocional ambiguo. En lugar de ser testigo,
Zener prefiere introducir al
individuo en su redentor entorno acuático, de un modo subjetivo teniendo en cuenta las intenciones
de los sujetos, y haciendo caso omiso a la representación de la figura
tradicional en la historia del arte, que suele ser de forma neutral, o sombría
habiendo entre las dos, una delgada línea de ambigüedad.
Para el artista, es un reto agradable capturar ese estado de felicidad
del ser humano en la pintura, y de asumir el estigma de imágenes prosaicas,
a fin de huir de esa historia de
tormento que en buena parte lleva de por sí la historia del arte, en gran
medida, procedente del mismo artista, y que muchos suelen reflejar en sus
obras, lo que indirectamente también atormenta a al espectador.
Otra de las
características de su obra son las burbujas, en constante aumento y movimiento.
Representan el dejarse llevar a través
de los sueños y los recuerdos, para retornar a la superficie, es decir a la
realidad, a través de un del fluir de sentimientos.
A partir de un
ambiente cálido, ese universo oscuro y acuoso en el que se suspenden, sin
aliento los personajes de las obras de Eric Zener, hace advertir al espectador que
algo inconsciente está fuera de nuestro “hogar temporal”: el mundo
acuático. Una vez fuera de ese
santuario, es hora de volver a tener la primera respiración; hay que rendir pleitesía a nuestro anfitrión
mortal.
El ojo avizor
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