El blog de la Revista Gal-Art inicia su andadura por el 2015, con un artículo dedicado a la fotografía, y concretamente a un aspecto poco habitual en este ámbito: las marinas, y que fue publicado en la sección
FLASH PARA UN LIENZO
Hermosas y bucólicas imágenes que nos invitan a navegar por las
realidades de la imaginación, y los senderos del ensueño, deseando todo lo mejor para este 2015 recién iniciado.
El mar y el cielo, uno
en lo alto, el otro abajo, siempre aquí separados y allá, en la lejanía,
siempre unidos. Nada tan versátil, tan cambiante, tan polícromo como estos dos
compañeros. El cielo manda: ayer, nubarrones oscuros, cárdenos, hoy, azul
tranquilo, sin fisuras, luego celajes blancos, más tarde rojos o amarillos que
el sol ya se va, después morados, violetas…y por fin, negro…, pero ya salió la
luna.
Y el mar obediente, a
veces, va siguiendo los cambios de su caprichoso
compañero, pero otras se muestra travieso y juega a los contrastes. Para un
espectador, este juego de luz y color es una de las imágenes más bellas que nos
ofrece la Naturaleza, pero para un pintor es además, uno de los grandes retos del
que sólo salen airosos los mejores.
El mar ofrece al artista muchas más posibilidades: playas de
dorada o blanca arena, acantilados rocosos o plenos de vegetación, barcas de
pescadores con sus relucientes colores, o varadas y envejecidas…Los que sois
aficionados al arte, con seguridad podéis completar esta lista, sin olvidar las
ciudades o pueblos que baña.
Para los que como quien escribe estas letras nacieron tierra
adentro, el mar siempre ejerce fascinación y espectáculo. Para los que han
nacido en sus orillas, el mar es su hogar y si se alejan, lo añorarán por
siempre. Así lo cantaba Alberti en sus poemas “Marinero en Tierra”
El
mar. La mar.
El
mar. ¡Sólo la mar!
¿Por
qué me trajiste, padre
a
la ciudad?
¿Por
qué me desenterraste
del
mar?
En
sueños la marejada
me
tira del corazón.
Se
lo quisiera llevar.
Padre,
¿por qué me trajiste
acá?
Gimiendo
por ver el mar,
un
marinerito en tierra
iza
al aire su lamento:
“¡Ay
mi blusa marinera!
Siempre
me la inflaba el viento
al
divisar la escollera”.
Rafael
Alberti
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