Os presentamos a continuación, uno de los artículos de fondo de Gal-Art, aparecido en 2010, y correspondiente a una exposición en el Caixaforum de Barcelona
RETRATOS DE LA BELLE EPOQUE
Si bien los
cambios siempre conllevan un factor positivo, y son necesarios para la
evolución humana, contemplando algunas exposiciones, el alma humana y sensible
lamenta de veras que una época haya quedado atrás, tanto por formas de
comportamiento y expresión, como de comprensión de la sociedad, de una manera
de pensar, de sentir, de aparentar, de actuar y ante todo, del concepto
patrimonial para futuras generaciones.
Caixaforum Barcelona
presenta hasta el próximo 9 de octubre, Retratos
de la Belle Epoque, una magnífica y extraordinaria muestra, muy bien
seleccionada, perfectamente estructurada, equilibrada en cuanto a colocación de
obra – interesante destacar los marcos que encuadran muchas de las piezas
- hasta tal punto que, si el visitante posee la
facultad de una sensibilidad exquisita y elegante, quedará automáticamente rendido
ante la personalidad arrolladora de los retratados, reverenciado a su vez el
magisterio de los pintores, que si bien podían sentir más de un sinsabor por su
profesión, eran conscientes y amantes de la misma, ofreciendo en cada obra una
gran profesionalidad, sin duda, pero en algunos también, una parte de su alma,
hasta tal punto que esos retratos hablan por sí solos al espectador, si este es
capaz de escuchar a través de su mirada.
Según
informó la nota de prensa facilitada por Caixaforum, Retratos de la Belle Époque, está co-organizada entre el Consorci de Museus de la Comunitat
Valenciana y la Obra Social ”la Caixa”, fruto de un convenio de colaboración
firmado entre ambas instituciones en septiembre del 2010. Ha sido comisariada per Tomàs Llorens y Boye
Llorens, y
presenta un total de setenta y seis obras de artistas como: Giovanni Boldini, Oskar Kokoschka,
Edvard Munch,John Singer Sargent, Egon Schiele, Joaquín Sorolla, Henri de
Toulouse-Lautrec, Gustav Klim, Anglada-Camarasa, entre otros, cedidas por una
treintena de museos e instituciones de doce países distintos: España, Austria,
Rusia, EE.UU, etc.
La lectura del programa de mano indica al visitante el contexto histórico y social que abarca la muestra: “El periodo que transcurre entre la guerra franco-prusiana y la Primera Guerra Mundial (1870 – 1914), se caracterizó por un crecimiento económico sostenido y una significativa agitación política que produjo grandes cambios sociales. El retrato, con una notable demanda comercial, es el género pictórico más representativo de la época. Ilustra el nuevo individualismo del hombre moderno y su interés por la imagen que proyecta en su entorno social. Desde el punto de vista de la historia del arte, es un género que permite explicar los cambios que se producen tanto en las convenciones estilísticas como en las relaciones entre el artista y su público o mercado. Estos cambios dieron lugar al artista moderno”.
El visitante
encontrará connotaciones psicológicas y claves iconográficas de una sociedad
principalmente acomodada, no exenta de excentricidades, elegante y altiva, en
algunos casos idealizada y sin duda, amante casi con idolatría de las
apariencias, de lo socialmente correcto, obligando al artista a procurar
halagar pictóricamente a las damas y ofrecer prestancia y sobriedad a los
caballeros. Por supuesto, la posición social está muy presente. Se aparenta y se
tienen posesiones.
Una pequeña
sección de auto-retratos de artistas, entre ellos el de Joaquín Sorolla,
contrasta con la autoridad de los retratados, hasta llegar al expresionismo,
con el que desaparece la distinción y llega la crítica y la denuncia social.
Una exposición
única, lujosa y majestuosa, didáctica en lo referente a la historia del arte y
educativa por el contexto social que muestra, a la que acompaña un
interesantísimo e ilustrativo catálogo, de fácil lectura y aprendizaje de
conocimientos.
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