lunes, 18 de noviembre de 2013

Continuamos esta semana en el blog de la Revista Gal-Art, con un artículo de fondo que fue publicado en el número 328 correspondiente 
a los meses de Agosto y Septiembre de 2011, y que fue dedicado 
a lo más significativo del arte español, y a unos PINTORES que fueron 
en su momento de lo más apreciado a nivel internacional, y que el paso de los años ha revalorizado en todos los sentidos. 


EL HECHIZO Y EL MISTERIO DE LA MUJER GITANA EN EL ARTE

Reza la copla que “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con los ojos llenos de misterio, y el alma llena de pena…”

Y podría ser una aproximada, aunque no exacta definición del arte de este gran pintor cordobés, puesto que pintó mucho más que a la mujer morena. Romero de Torres (1874 -1930) es un gran desconocido para las actuales generaciones, tal vez porque la intelectualidad se ha dejado inducir por tópicos poco revisados estos últimos tiempos. No se ha visto ni investigado la realidad de un hombre de izquierdas, apoyado por la república y la generación del 98, y del que en cambio, se tiene la errónea idea de que era franquista porque Franco asumió tres obras muy folklóricas del pintor.

Romero de Torres rompió los esquemas de una cultura oficial que sólo admitía una España limpia, romántica y luminista. Por contraposición, su obra es una clara muestra de realismo social.
Su obra abarca estudios árabes, que el autor realizó a los 14 años, una etapa luminista que el artista vivió a los 20 años, hasta sus obras simbolistas, en las que la mujer y el cante, el deseo, el amor, la vida, la muerte, los celos, en definitiva las pasiones básicas son el centro de su obra.

Para Julio Romero de Torres, “La pintura debe ser vista a través del recuerdo”. Y en su memoria aparecen las mujeres y su Córdoba natal, a través de una obra repleta de contenido y profuso estudio de cada elemento presente en el cuadro. Así, éstas se pueden resumir en: Simbolismo con precisión de forma y dibujo y paisajes que refuerzan el mismo,  juego lumínico suave en ropajes y carnes pero extraño de escenarios,  dominio de la morbidez y capacidad enorme para representar la figura humana. Parajes donde la realidad se convierte en alegoría y paisajes listos para ser degustados por el alma, sin detenerse en la superficie coriácea de las cosas.

Otro coetáneo de Romero de Torres fue el catalán Isidre Nonell (1872 – 1911), uno de los artistas españoles más importantes de la pintura de finales del siglo XIX y principios del XX, siendo su obra de gran influencia  en el desarrollo posterior del Futurismo italiano.

En la producción de Nonell, cercana a las 200 piezas,  destacan desde paisajes de su etapa de formación a bodegones finales, pasando por ilustraciones satíricas y por retratos de gitanas, tratando en general una temática miserabilista, amarga y triste y por su compromiso social, con resultados valientes y audaces desde el punto de vista formal, comparables a Van Gogh, por lo que puede considerarse el pintor postimpresionista más importante del arte español, muy avanzado y vanguardista para su tiempo, que hace la transición entre Casas,  Rusiñol y Picasso, cuya influencia es clara en su "Época Azul". Su pictografía se basa en la calidad de sus dibujos, que fue lo que dio a conocer en París, y sus gitanas y escenas de miserables, para concluir al final de su vida con sus bodegones.

Durante sus 22 años de trayectoria artística, Nonell pintó trasmitiendo un carácter eterno, utilizando el color como único elemento que modela sus formas. Sus
colores y líneas no son más que signos convencionales, con pinceladas alargadas y pequeñas, en técnica divisionista que le proporciona zonas que rozan la abstracción.

Se ganó el apelativo de "pintor de gitanas", por representar a mujeres de esta etnia durante años y de manera reiterada. El artista encontró en sus modelos de gitanas pretextos para el ejercicio de sus objetivos pictóricos. El desinterés de Nonell por el tema y su obsesión por las gitanas quizás tuvo su origen en su etapa de admiración por la pintura que tuvo ocasión de conocer en su estancia en París.

El contraste de los dos pintores anteriores fue Francisco Rodriguez Sanclemente (Cádiz en 1861 - París, 1956), podría decirse también, coetáneo de los anteriores.   Graduado en la Academia de Bellas Artes de Madrid, basó una parte de su estilo y trayectoria artística en el interés y la pasión por el flamenco. Incansable viajero le absorbió cuanto descubrió, traduciendo en sus pinturas sensaciones, formas y colores de un arte, que tuvo la influencia predominante de su cultura de origen y en particular de la tradición gitana.

Viajó a menudo en las caravanas, cruzando Europa y capturando en sus bocetos y dibujos la esencia y la magia de la vida tan rica en imágenes que le rodeaba. Sus trabajos no sólo celebran al individuo y su entorno sino que transmiten las místicas historias de pasión y de alma que están en la naturaleza del gitano. Al hacerlo, él abraza e invita al espectador a tomar parte en la celebración por lo maravillosa que es la vida. Tiene un excelente sentido del color que le da fuerza a su vigoroso estilo de dibujo. La mayor parte de sus retratos transmite penetrante ritmo del flamenco o evoca la excitación de la corrida de toros, ilustrando en  cada tema ilustra la vida de forma palpitante.

Desde las exhibiciones de sus pinturas en los salones de París y en toda Europa – en nuestro país no encontró acogida para su obra -  adquirió notoriedad como el cronista pictórico de su herencia cultural. Sus trabajos fueron publicados en su momento, en los distinguidos catálogos de arte de Frost & Reed Limited, Londres, Inglaterra. 
Marta Teixidó




No hay comentarios:

Publicar un comentario