Continuamos esta semana en el blog de la Revista Gal-Art, con un artículo de fondo que fue publicado en el número 328 correspondiente
a los meses de Agosto y Septiembre de 2011, y que fue dedicado
a lo más significativo del arte español, y a unos PINTORES que fueron
en su momento de lo más apreciado a nivel internacional, y que el paso de los años ha revalorizado en todos los sentidos.
EL HECHIZO Y EL MISTERIO DE LA MUJER GITANA EN EL
ARTE
Reza
la copla que “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con los ojos
llenos de misterio, y el alma llena de pena…”
Y
podría ser una aproximada, aunque no exacta definición del arte de este gran
pintor cordobés, puesto que pintó mucho más que a la mujer morena. Romero de Torres (1874 -1930) es un gran
desconocido para las actuales generaciones, tal vez porque la intelectualidad
se ha dejado inducir por tópicos poco revisados estos últimos tiempos. No se ha
visto ni investigado la realidad de un hombre de izquierdas, apoyado por la
república y la generación del 98, y del que en cambio, se tiene la errónea
idea de que era franquista porque Franco asumió tres obras muy folklóricas del
pintor.
Romero de Torres rompió los esquemas de una cultura
oficial que sólo admitía una España limpia, romántica y luminista. Por
contraposición, su obra es una clara muestra de realismo social.
Su
obra abarca estudios árabes, que el autor realizó a los 14 años, una etapa
luminista que el artista vivió a los 20 años, hasta sus obras simbolistas, en
las que la mujer y el cante, el deseo, el amor, la vida, la muerte, los celos,
en definitiva las pasiones básicas son el centro de su obra.
Para Julio
Romero de Torres, “La pintura debe ser
vista a través del recuerdo”. Y en su memoria aparecen las mujeres y su
Córdoba natal, a través de una obra repleta de
contenido y profuso estudio de cada elemento presente en el cuadro. Así, éstas se pueden resumir en:
Simbolismo con precisión de forma y dibujo y paisajes que refuerzan el
mismo, juego lumínico suave en ropajes y
carnes pero extraño de escenarios,
dominio de la morbidez y capacidad enorme para representar la figura
humana. Parajes donde la realidad se convierte en alegoría y paisajes listos
para ser degustados por el alma, sin detenerse en la superficie coriácea de las
cosas.
Otro coetáneo de Romero de Torres fue el
catalán Isidre Nonell (1872 – 1911), uno
de los artistas españoles más importantes de la pintura de finales del siglo
XIX y principios del XX, siendo su obra de gran influencia en el desarrollo posterior del Futurismo
italiano.
En la producción de Nonell, cercana a las 200 piezas, destacan desde paisajes de su etapa de
formación a bodegones finales, pasando por ilustraciones satíricas y por
retratos de gitanas, tratando en general una temática miserabilista, amarga y
triste y por su compromiso social, con resultados valientes y audaces desde el
punto de vista formal, comparables a Van Gogh,
por lo que puede considerarse el pintor postimpresionista más importante del
arte español, muy avanzado y vanguardista para su tiempo, que hace la
transición entre Casas, Rusiñol y
Picasso, cuya influencia es clara en su "Época Azul". Su pictografía
se basa en la calidad de sus dibujos, que fue lo que dio a conocer en París, y
sus gitanas y escenas de miserables, para concluir al final de su vida con sus
bodegones.
Durante sus 22 años de trayectoria
artística, Nonell pintó trasmitiendo un
carácter eterno, utilizando el color como único elemento que modela sus formas.
Sus
colores y líneas no son más que signos convencionales, con pinceladas
alargadas y pequeñas, en técnica divisionista que le proporciona zonas que
rozan la abstracción.
Se ganó el apelativo de "pintor de
gitanas", por representar a mujeres de esta etnia durante años y de manera
reiterada. El artista encontró en sus modelos de gitanas pretextos para el
ejercicio de sus objetivos pictóricos. El
desinterés de Nonell por el tema y su obsesión por las gitanas quizás tuvo su
origen en su etapa de admiración por la pintura que tuvo ocasión de conocer en
su estancia en París.
El contraste de los dos pintores anteriores fue Francisco Rodriguez Sanclemente (Cádiz
en 1861 - París, 1956), podría decirse también, coetáneo de los
anteriores. Graduado en la Academia de Bellas Artes de
Madrid, basó una parte de su estilo y trayectoria artística en el interés y la
pasión por el flamenco. Incansable viajero le absorbió cuanto descubrió,
traduciendo en sus pinturas sensaciones, formas y colores de un arte, que tuvo la influencia predominante de su
cultura de origen y en particular de la tradición gitana.
Viajó a menudo en las caravanas, cruzando Europa y capturando en sus
bocetos y dibujos la esencia y la magia de la vida tan rica en imágenes que le
rodeaba. Sus trabajos no sólo celebran al individuo y su entorno sino que
transmiten las místicas historias de pasión y de alma que están en la
naturaleza del gitano. Al hacerlo, él abraza e invita al espectador a
tomar parte en la celebración por lo maravillosa que es la vida. Tiene un excelente sentido del color que le da fuerza a su vigoroso
estilo de dibujo. La mayor parte de sus retratos transmite penetrante ritmo del
flamenco o evoca la excitación de la corrida de toros, ilustrando en cada tema ilustra la vida de forma palpitante.
Desde las exhibiciones de sus pinturas
en los salones de París y en toda Europa – en nuestro país no encontró acogida para su obra - adquirió notoriedad como el cronista pictórico
de su herencia cultural. Sus trabajos fueron publicados en su momento, en los
distinguidos catálogos de arte de Frost & Reed Limited, Londres,
Inglaterra.
Marta Teixidó